En el artículo de este trimestre me
gustaría compartir la buena experiencia de hace unos días cuando tuve la suerte
de asistir a la conferencia de Juan Sáez, especialista geobiólogo, que se
realizó en la Facultad de Arquitectura y fue promovida por Sandra Bestraten,
arquitecta y co-directora de Els Tallers anuals Experimentals d’arquitectura
sostenible a l’ETSAB – UPC. En la conferencia se explicó como se estructura
una ciudad en base a la geobiología, cómo nos relacionamos energéticamente y de
qué manera podemos mantener nuestra integridad, aún en circunstancias
desfavorables. Fue interesante constatar cómo la ciencia y la conciencia son
compatibles.
Los pueblos nómadas observaron que sus
animales yacían en lugares que permitían un buen descanso, podemos tomar esto
como un primer estadio de la geomancia.
Los primeros textos que se conservan
son de la antigua China, 2700
A.C. En esa época el emperador Amarillo prohibió
mediante edictos las construcciones residenciales en zonas afectadas por las
“venas del dragón”, esto es corrientes subterráneas de aguas o fallas de gran
intensidad, y eran los geomantes, los responsables de examinar el terreno e
inspeccionar la zona para que se construyeran las viviendas y estancias para los animales en zonas telúricas
adecuadas, lo que hoy conocemos como red magnética terrestre o corrientes
telúricas.
En Occidente los maestros de obra
erigieron catedrales, monasterios y otros templos procurando situarlos generalmente sobre las
“wouivres” (serpiente en céltico), que serían la trascripción occidental de las
“venas del dragón” de los geomantes chinos o maestros de Feng shui, ya que eran
zonas de gran poder energético que nutria a sus templos.
Estas líneas, de gran
intensidad telúrica, se han utilizado desde el principio de los tiempos para situar
templos, en la antigüedad Dólmenes y Menhires y otros megalitos.
Su misión era mejorar la energía del
lugar, expandiéndola por el entorno como grandes antenas o resonadores.
Las zonas energéticas siempre han sido
las mismas por lo que a medida que el tiempo ha pasado los templos han ido
modificándose en función de las credos que los usaban o de los nuevos
requerimientos de la sociedad, por ejemplo en Barcelona existió probablemente
un templo Layetano, sustituido por uno Romano, luego una basílica
paleocristiana, más tarde una iglesia visigoda reemplazada por la catedral
románica y luego la actual catedral gótica.
Juan Sáez explico también la
importancia vital de ser conscientes de donde y como ubicamos nuestras
residencias, ya que pasaremos la mayor parte del tiempo. Es muy importante
poner la suficiente distancia entre el lugar elegido y la presencia de líneas
de alta tensión o estaciones transformadoras, antenas de telefonía móvil y
otras fuentes de contaminación electromagnética.
La razón es que nuestras neuronas se
comunican mediante reacciones electro-químicas extremadamente sensibles.
Al estar afectados por un campo
electromagnético, la carga que genera la
reacción electro-química que comunica las neuronas fluctúa, dando una
información errónea a la neurona receptora, y por tanto, desequilibrando el
metabolismo; el organismo intenta corregir un desequilibrio que nunca existió
mermando sus recursos. Sin posibilidad de salir de este patrón hasta que no se
libere del influjo del campo electromagnético.
En electrónica diríamos que hay un
cambio de impedancia (resistencia) y por tanto los transistores no cumplirían
su función correctamente.
Las corrientes de aguas subterráneas y
fallas geológicas pueden provocar alteraciones de esta índole, aunque no tan
severas como cuando se ven combinadas con electricidad.
Si cuando dormimos nos vemos afectados
por este tipo de estímulos, dedicamos la energía a corregir un desequilibrio
que no existe, en lugar de regenerarnos o descansar realmente, con lo que la
vitalidad queda mermada.
Lo ideal sería hacer caso de
las sensaciones que tiene el cuerpo y simplemente cambiar de lugar o escoger
uno acorde con la actividad que queramos realizar.
Investigaciones de médicos, físicos y
radiestesistas han demostrado que la longitud de las ondas electromagnéticas
presentes en el entorno, afectan a nuestro metabolismo, especialmente al
sistema endocrino:
- Longitudes de onda inferior a 6500 Armstrong (un Armstrong
equivale a 10 elevado a la -9
metros), generan una sensación desagradable, de pesadez
o dispersión, favorecen funcionamiento deficitario del metabolismo, y por tanto
la aparición de enfermedades.
- De 6500
a 9000 Armstrong se considera que son longitudes de onda
adecuadas para la vida cotidiana, en las que nuestro metabolismo puede
desempeñar sus funciones correctamente.
- De 9000
a 12000 Armstrong es espectro que favorece el trabajo
mental, así podremos desarrollar ideas, plasmar proyectos, etc.
- A partir de 12000 Armstrong es el espectro que
encontramos en los templos y espacios sagrados, se relaciona con el crecimiento
espiritual, el aumento de sensibilidad,
la inspiración, intuición entre otras facultades.
En la antigüedad las ciudades se solían
desarrollar a partir de un punto sagrado de alta longitud de onda y baja
frecuencia 12000 Armstrong, lo que daba al lugar una referencia para
evolucionar y desarrollar su conciencia. Al alejarnos de este núcleo la
longitud de onda disminuía, hasta llegar fuera de la ciudad, extramuros, donde
la “buena vibración” ya no estaba asegurada.
En ciudades como Venecia, edificada
sobre en una zona pantanosa y donde la sensación en principio habría de ser
desagradable o nociva, se ha corregido construyendo una iglesia cada 50 o 100 metros creando así
un espacio sumamente agradable.
Según la experiencia de Juan, es importante utilizar materiales biológicos en la
construcción de viviendas, pero también es de vital importancia la distribución
de los espacios en consonancia con la variedad de sensaciones que genera cada
lugar, y tener en cuenta las actividades que en ellos se realicen. Esta
apreciación de las calidades de los espacios, las podemos hacer en primera
instancia, mediante las varillas de zahorí y el péndulo, aunque lo ideal sería
utilizar directamente la sensibilidad corporal.
En nuestro cuerpo tenemos depósitos de
sales minerales, principalmente en las articulaciones, si hay un exceso de
sales se producen patologías como “la gota”.
Estos depósitos constituidos por
microcristales son sensibles a los campos electromagnéticos de baja intensidad,
reorientándose como pequeñas brújulas y creando pequeños tirones en los
tendones que se insertan en las articulaciones. Esta tensión pasa desapercibida
si no hay una atención entrenada, por lo que se usa varillas o péndulo que
recogen el pequeño temblor o tensión del tendón mostrándolo en un movimiento
perceptible. Todo esto nos abre los ojos a lo que hay bajo el suelo,
posibilitando una comprensión de los espacios que de otra manera es difícil de
alcanzar.
Al finalizar la conferencia, Sandra
Bestraten invitó a todos sus alumnos a sentir las energías sutiles de la tierra
mediante las varillas de zahorí, abriendo una nueva vía para que el saber
científico se pueda compaginar con el “saber sensorial”. Comento que en Cuba para cualquier
planteamiento urbano, primero se ha de hacer un estudio geobiológico, que
muestre sobre el plano aguas, fallas, redes y otras alteraciones telúricas.
Hay que ser conscientes de la
permanencia de los edificios más allá de nuestra vida, incluso de la de
nuestros descendientes, lo que implica una gran responsabilidad a la hora de
urbanizar de cara a generaciones venideras.
Ahora puede ser un buen
momento para desarrollar una arquitectura más integradora, que tenga en
cuenta aquellos aspectos que puedan mejorar las construcciones sin incrementar
sus costes, reduciendo sus patologías e incrementando el bienestar de sus
habitantes, que favorezca el aumento de conciencia y la unión de las gentes y de
los habitantes del planeta.
Entre todos podemos desarrollar una
arquitectura más integradora, que tenga en cuenta aquellos aspectos sutiles que
puedan mejorar las construcciones sin incrementar sus costes, reduciendo sus
patologías y aumentando el bienestar de sus habitantes, que favorezca el
aumento de conciencia y la unión de las gentes y de los habitantes del planeta.
Un nuevo paradigma que nos ayude o
refleje el deseo por una nueva sociedad, en que la escala de valores esté
regida por el amor propio y ajeno, el respeto y la integridad y la arquitectura
o el urbanismo pueda mostrarlo.
Carles Soro
carlessoro@creartemagazine.com